Counterculture, 2022
June 2, 2023
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Counterculture, 2022
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Rose B. Simpson: Me llamo Rose B. Simpson y soy del Pueblo de Santa Clara al norte de Nuevo México, donde vivo y trabajo en mis tierras ancestrales junto con mi hija de seis años.
Esta exposición de Counterculture comprende cinco de un total de 12 figuras originales de gran escala que fueron construidas para ver. Están hechas de hormigón colado y adornadas con cuentas de arcilla fabricadas a mano. Una de las características más importantes de estas obras es que los ojos son perforaciones que atraviesan toda la cabeza. Están de pie como testigos de lo inanimado. Observan, nos muestran, personifican y ponen cuerpo a lo inanimado que nuestra cultura moderna olvida que nos observa constantemente.
Puede ser el mundo natural, pueden ser seres ancestrales, pueden ser sucesos sobrenaturales. Puede ser el viento, pueden ser las nubes, puede ser el clima, pueden ser las partes de nuestro mundo que no necesariamente creemos que son conscientes de nuestros movimientos o decisiones como seres posmodernos.
En las perforaciones que atraviesan la cabeza en lugar de los ojos, puede ver el paso de la luz o sentir una pequeña corriente de aire. Creo que eso es algo importante. Mientras perforaba las cabezas, volaba polvillo alrededor. En cuanto la herramienta llegó al otro lado, una brisa sopló el polvillo hacia fuera, y lo sentí como un gran momento de concesión. Llegué al otro lado, y me sentí casi interdimensional.
Quizá note huellas de dedos en las cuentas de arcilla. Quizá note marcas de animales que entraron en contacto con las piezas; quizá hubo pájaros que encontraron un lugar donde anidar o descansar. Quizá veamos óxido, veamos musgo, o veamos momentos en los que las esculturas han ocupado un lugar y crecerán en relación al lugar y se transformarán a raíz del lugar. Y creo que empezamos a notar cómo un lugar comienza a afectar todo lo que estamos intentando controlar. En cierto sentido, interactuamos con la naturaleza; no la controlamos ni controlamos nuestra relación con ella.
He estado pensando mucho acerca del empoderamiento. En mi opinión, el empoderamiento en el pasado siempre giró alrededor del hombre, y tuve que recurrir a una mentalidad de guerrero para sentirme empoderada. Y más recientemente, en especial desde que soy madre, he encontrado mucho poder en lo femenino o en aquello que es consciente de sí mismo o que enaltece su propia apariencia; ponerse un collar o tomarse el tiempo de arreglarse con gracia es, en realidad, un sentido increíble de empoderamiento.
Por lo tanto, los collares no son adornos de guerra, sino objetos de empoderamiento que despliegan una imagen de respeto propio y un momento de reflexión estética, lo que, a su vez, manifiesta un sentido de poder que he estado buscando toda mi vida. Y ansío transformar mi poder agresivo en un poder lleno de gracia.
También creo que las formas se volvieron inherentemente femeninas de cierta manera. Siento que la mayor parte de mi obra funciona como un tipo de autorretrato. Al ser una persona que es dos espíritus o que siempre ha disputado el género y ha intentado entenderlo, siento que la mejor manera de contar mi historia es a través de mi propia experiencia corporal. Así que me estoy haciendo a mí misma por así decirlo, y así es como empatizamos con el mundo, cuando nos vemos a nosotros mismos por medio de algo más. Es fácil verse en otra persona, quizá del mismo género, la misma raza o la misma comunidad, y podemos obligarnos a empatizar con algo que no se parece a nosotros, ya sea una persona, un género o incluso un árbol, un ave o un animal, ¿o quizá también patrones climáticos o algún otro elemento que es parte de nuestro mundo natural?
La capacidad de elaborar una respuesta empática creo que es la manera en que empezamos a crear comunidad y una relación con cosas que superan lo que nos enseñaron a hacer.
Cuando estoy en la ciudad de Nueva York, pienso seguido en la historia. Existen tantas capas de experiencia, de vida, de historia en un solo lugar. Se puede ver visceralmente en los edificios, que son capas y pilas concretas de historias. Pero pienso en la historia de los pueblos indígenas que alguna vez vivieron y tuvieron miles de años de historia propia, y también en todas las plantas, los animales y los paisajes que se han erradicado y han desaparecido de este lugar.
Por otro lado persiste el trauma de los pueblos esclavizados, quienes fueron utilizados para construir este país y la infraestructura de este país que ahora damos por sentado, ya sean pueblos africanos esclavizados, pueblos chinos esclavizados, pueblos indígenas esclavizados, además de las comunidades de inmigrantes de distintos países que fueron explotados y abusados. Y pienso que muchas de estas historias, a pesar de no ser honradas o comprendidas, o de que no han tenido los medios para expresarse, permanecen aquí. Todavía se cuestionan, todavía se preguntan qué sucedió y puede que todavía estén esperando la respuesta. Pienso en eso a cada lugar que voy.
Por eso creo que estas esculturas son testigos, una voz, una manera de poner sobre la mesa estas historias del pasado y de los seres de todo tipo que han existido y han sido, desde el genocidio hasta distintos modos de exterminación traumática, incluso de catástrofes ambientales. Y con respecto a la vida diaria, pienso en los pájaros que viven en la ciudad, el río que la atraviesa. Pienso en los árboles que están en estos cercos en la acera y que se elevan hacia el cielo intentando que estos edificios enormes no les quiten luz de sol. Pienso en estas historias y en cómo siguen presentes y todavía conservan un corazón para mantenerse vivas, y en cómo todos estamos relacionados, pero nos olvidamos de esta relación cuando nos movemos por el mundo, como si estuviéramos a cargo.
In Rose B. Simpson: Counterculture (Spanish).